Cuando llevas toda tu vida inmersa en una situación de
inseguridad, de desequilibrio y de frustración llegas a asumirla como tu estilo de vida,
incluso te parece normal. Poco a poco todos esos momentos te afectan desmesuradamente
sin que te des cuenta. Con el tiempo ves que todo lo que te rodea no es tan
normal como pensabas, sientes que estás loca y no sabes qué es verdad y qué no
lo es. La inseguridad aumenta y no encuentras una salida. Empiezas a pensar que
la que no está bien eres tú y que has perdido la cordura, por lo que te limitas
a aceptar esa situación que te va consumiendo. La persona que eras, alegre y
positiva, da paso a una nueva, callada, seria y resignada. Te vas destruyendo a ti misma, guardándote
egoístamente tus sentimientos, preocupaciones y miedos. Ves como el mundo que
te rodea avanzan, es valiente y feliz, mientras que tú sigues estancada en ese
error al que llamas vida.
Entonces llega el momento en el que tocas fondo, todo
se derrumba y te encuentras en la oscuridad absoluta en la que te han obligado
a estar, y la cual has aceptado inconscientemente. Ahí todo es decisivo, tienes
dos opciones: no hacer nada, como has hecho toda tu vida; o levantarte, ser
fuerte, valiente y salir adelante. La decisión es difícil, si eliges la primera
simplemente tienes que seguir aceptando lo que llevas años aceptando, en
cambio, la segunda conlleva muchas cosas, tienes que tener coraje y ser
valiente. Lo peor de todo será cuando llegues al equilibrio, de repente llegará
la calma después de una fuerte tormenta,
y te darás cuenta que todo eso
que pensabas que no te afectaba lo hizo más de lo normal y todos tus problemas
son debidos a una única cosa, la cual tienes que eliminar de tu vida. El miedo
predomina en tu mente y se hace dueño de tus actos, pero hay que decidir. Hay
que avanzar. Hay que vivir por primera vez. Hay que perder el miedo.
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